martes, 29 de enero de 2013

REFORMA AL ARTÍCULO 24 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL



Presentación

Durante los meses de noviembre y diciembre, la LVIII Legislatura del Congreso del Estado llevó a cabo la discusión de la reforma al artículo 24 de la Constitución Federal, reforma aprobada por el Congreso de la Unión, que por su carácter ameritaba la discusión en los Estados para su aprobación o rechazo.
 
A continuación presento el posicionamiento que sostuve en este proceso legislativo. Lo hago mediante tres documentos: dos discursos que pronuncié en el Pleno y el relato de algunas conversaciones con compañeros diputados después de haber concluido la discusión y fuera del salón de sesiones.


Primer Discurso en el Pleno
  
Deseo expresar a ustedes que soy militante por elección libre y razonada, de un partido político que tiene profundas raíces ideológicas en el pensamiento y la filosofía liberal.
 
Soy integrante de un partido que abrevó del liberalismo mexicano, de la lucha social histórica que dio origen al México Independiente, al Estado laico fraguado durante la Guerra de Reforma, de un partido que vivió la lucha social de la Revolución Mexicana, y la resistencia religiosa durante la guerra posterior a la Revolución Mexicana.
 
Estoy inscrito en las filas de un partido que abrevó en la filosofía política del Constituyente de 1857 y del de 1917, impulsor de la lucha social que conformó los movimientos sociales obrero, campesino y popular.
 
 
Políticamente me he formado en el partido que dio origen a los gobiernos que impulsaron la creación de las instituciones contemporáneas en busca de una democracia y justicia social plenas para todos los mexicanos.
 
Como producto de esta herencia ideológica y política, debo aceptar ante grupos de ciudadanos que hoy están aquí representados, ante mis correligionarios y compañeros de Grupo Legislativo, que al surgimiento de la Reforma que presentó mi partido en el Congreso de la Unión, y que hoy da sustancia a esta sesión, como muchos otros, fui asaltado por la desconfianza ideológica y el análisis prematuro del contenido de la reforma, incertidumbres que me llevaron a emitir opiniones y advertencias más temerosas que razonadas.
 
Sin embargo, después de haber estudiado y analizado a fondo y a la luz de mis convicciones liberales y progresistas los conceptos de la reforma, puedo expresar consciente y razonadamente que:
 
En mi opinión, vivimos en una sociedad informada, con una gran capacidad de juicio, con criterio amplio y con capacidad de análisis y elección.
 
Una sociedad que demanda libertad y una legislación amplia, para que cada ciudadano vaya más allá de los corporativismos ideológicos, políticos y sociales, y pueda elegir consciente y libremente sus prácticas ideológicas y políticas.
 
Aunque esta reforma parezca una lucha entre doctrinas religiosas, no lo es, ya que el contenido de la reforma no beneficia a una ni perjudica a otra; beneficia las libertades democráticas y garantías ciudadanas civilizantes.
Que por mi origen político liberal democrático, tengo la convicción personal y el compromiso social, de impulsar toda forma legal y legítima que signifique una ampliación y mejoramiento cualitativo, de las garantías y libertades ciudadanas, para que cada persona tenga la posibilidad de elegir por y para sí misma.
 
Expongo que la reforma no contraviene la esencia del artículo 24 constitucional vigente, por el contrario, desglosa y amplía positivamente su significado.
 
La reforma tampoco genera ambigüedades que den lugar a interpretaciones regresivas del 24 constitucional.
 
Las modificaciones propuestas y avaladas en el Congreso de la Unión por mi partido, tampoco contravienen ni ponen en entredicho la esencia y solidez de los artículos quinto, sexto, noveno, ciento quince y ciento treinta de nuestra Constitución Política Federal.
 
Que lo expresado en la reforma es una ampliación de los conceptos, que definen con mayor precisión las libertades y garantías ciudadanas.
 
Que en razón de lo anteriormente expuesto, me pronuncio a favor de la reforma al artículo 24 Constitucional, porque significa un avance en la cultura cívica y democrática ciudadana.

Muchas gracias


Segundo Discurso en el Pleno
 
La discusión más somera sobre las modificaciones a los artículos constitucionales 24 y 40, centran el debate entre defender un estado laico, o en defender un estado conservador, por llamar la situación en los términos más convencionales.
 
Si atendemos a esta lucha de posiciones, atrincheradas en paradigmas ideológico-políticos, será muy difícil llegar a un acuerdo que nos permita avanzar en el conocimiento de la esencia de las reformas.
 
Tampoco pretendo desconocer en esta discusión, que desde la concepción y presentación de la iniciativa original, hayan existido y existan, tentaciones retardatarias, orientadas a la modificación futura de los artículos 5, 6, 9, 115 y 130 de la Constitución.
 
Un asunto que hubiera sido grave, si los legisladores de mi partido, y de otros partidos que respaldaron finalmente la reforma, se hubieran dejado influir por algunos grupos afines a instituciones religiosas, que dieron principio a la discusión, pero que al final de ella, no quedaron tan complacidos con la redacción que hoy conocemos y discutimos.
 
Es una realidad, que en el curso de la discusión, se introdujeron cambios jurídico-políticos sustanciales, que fueron modificando el contenido y la forma de redacción.
 
Esto puede comprobarse en la última redacción de la exposición de motivos, particularmente la del Senado de la República, que agrega un componente muy sólido a las libertades y derechos políticos ciudadanos.
 
En esta evolución y redacción final de la reforma, debemos centrar la discusión, planteando que no solamente las convicciones religiosas son dignas de respeto y tolerancia, también todas las convicciones no religiosas: las humanistas, filosóficas, éticas, entre otras.
 
Si logramos aceptar, que además de las convicciones religiosas y no religiosas existen otras, entonces de manera evidente estaremos aportando valor agregado a la tolerancia y la pluralidad del pensamiento, a las conductas humanas, y por tanto, sociales.
 
La reforma del 24 adiciona, cito “Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión, y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado” termino la cita.
 
En esta redacción, el nuevo texto nos está otorgando un estado y un clima social más laico y propositivo, pues una característica esencial del estado laico, es la libertad de conciencia y la plena libertad ética civilizante.
 
En función de lo anterior, si repensamos en estas dimensiones la reforma del artículo 24, veremos que lejos de acotar o eliminar derechos o libertades, la reforma está generando reivindicaciones, largamente anheladas por grupos sociales y personas, que hasta hoy se han sentido al margen del amparo de nuestra máxima legislación.
 
Me refiero, por supuesto, a grupos y personas que luchan por la discusión y las garantías de sus derechos políticos ligados a actos de conciencia, tales como los que buscan el derecho a la libertad para la interrupción del embarazo, los que luchan por el matrimonio entre personas del mismo sexo, o la libertad para practicar la eutanasia; libertades que por resistencias ideológicas o morales conservadoras no han alcanzado el estatus de derechos garantizados, y por tanto no cuentan con la protección constitucional.
 
Roberto Blancarte, que ha seguido con la mayor atención esta discusión, ha reconocido con o sin pesar, lo siguiente: Cito: “La asunción expresa del principio de la laicidad del Estado en el artículo 40 Constitucional, implicaría el reconocimiento de que todos los seres humanos, tienen el derecho a la libertad de conciencia, y a la de adherirse a cualquier religión o a cualquier corriente filosófica, en su práctica individual o colectiva”. Concluyo la cita.
 
Por esta razón, me permito sugerir a quienes legítimamente defienden el pensamiento liberal, que lean detenidamente, de forma crítica y complementaria, las reformas a los artículos 40 y 24 constitucionales.
 
Tampoco pretendo hacer una apología de las reformas, ni hacer culto al libertinaje o conductas antisociales, creo que en la legislación secundaria deberán precisarse los límites y los alcances de las reformas.
 
En lo personal, considero que el estado laico tiene que ser muy combativo, para continuar luchando y evolucionar de manera permanente, para superar paradigmas, llámense conservadores o liberales, regresivos o estacionarios, y avanzar en busca de una libertad moral plena, civilizante y constructiva, pues la intolerancia, proceda de donde proceda, es de lo más vergonzoso que puede generarse en una sociedad contemporánea.
 
Muchas Gracias


CONVERSACIONES POSTERIORES A LA APROBACIÓN
 
Después de la presentación de argumentos en favor o en contra de la aprobación de la reforma al artículo 24 Constitucional, se dio la votación y por mayoría de votos fue aprobada. Al término de la sesión se aproximaron a mí algunos compañeros diputados, expresando su asombro por mi posicionamiento y mi voto a favor.

No expongo sus nombres en este relato pero fueron legisladores de partidos de izquierda y uno de derecha.

“No es posible lo que acaban de hacer”,  exclamaron casi en coro refiriéndose a la aprobación de la reforma al artículo 24.

El sorprendido fui yo, contesté, y les dije: Ustedes dicen ser defensores de las libertades y los derechos ciudadanos, principalmente de las llamadas minorías, no entiendo por qué su voto en contra.
 
“Sí, pues no queremos retroceder en las libertades y derechos ya conquistados, como lo sugiere esta reforma que acaban de aprobar”, sentenció otro.

“A ver, ustedes impidieron el dialogo, no dieron lugar a la reflexión en la tribuna, ¿puedo hacerles algunas preguntas?”, repuse.

“Sí claro, las que gustes”, dijeron.

Muy bien, contesté.

¿Están de acuerdo o en desacuerdo que una mujer debe decidir sobre su cuerpo?, pregunté.

“Por supuesto”, exclamaron, “es su derecho”.

No, repuse, en todo caso ellas tienen una libertad natural a decidir sobre su cuerpo, mas esa libertad natural no ha sido reconocida como derecho por la sociedad.

“Pues no, pero estamos luchando por ello”, agregó otro.

Muy bien, si estamos de acuerdo en reconocer que una mujer tiene la libertad natural de decidir sobre su cuerpo, entonces, debemos estar de acuerdo en que esa libertad natural a la que me he referido, por virtud de la acción de los diputados, puede ser elevada al rango de derecho consagrado en nuestras leyes. ¿Están o no de acuerdo?, pregunté.

“Sí, claro que lo estamos”, respondieron.

Si los diputados logramos que esa libertad sea elevada a derecho consagrado en la constitución, entonces la autoridad deberá garantizar protección y amparo al derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. ¿Sí o no?

“Si por supuesto”, dijeron.

Ahora bien,  si se tratase de una persona que desea casarse con otra persona de su mismo sexo, le asistiría la misma libertad natural ¿si o no? Respondieron nuevamente “claro que sí”.
 
Entonces esa libertad natural también puede ser elevada a rango de derecho constitucional, para que la autoridad procure y garantice que esas personas gozarán de un derecho, argumenté.

“Sí claro”.

Bien pues justamente esa reforma que hoy aprobamos, y que ustedes votaron en contra, nos da esa posibilidad, la de reconocer libertades naturales y poderlas elevar a rango de derechos constitucionales que sean garantizados por la autoridad.

Entonces,  ¿en dónde encuentran ustedes que la reforma es negativa para la sociedad?

“Bueno si lo planteas de esa forma, claro que es positiva”, argumentó uno.

¿Pues entonces de qué otra forma debemos plantearla?, pregunté a todos.

“Bueno es que la reforma habla de la libertad de ética y de la libertad de conciencia, y son conceptos religiosos que no sabemos a dónde nos van a llevar”, agregó alguien.

La ética y la libertad de conciencia son conceptos que corresponden a la filosofía política, ustedes los han etiquetado como conceptos religiosos, precisé.

Pero es que, ¿dónde empieza y dónde termina la libertad ética y de conciencia? Preguntó alguien.

La libertad natural nos fue dada por la naturaleza humana, la libertad ética te la dan los valores humanistas y sociales que adquieres en la vida social, y que te permiten distinguir qué es positivo y qué es negativo para ti o la sociedad, los valores  éticos nos permiten discernir sobre lo bueno y lo malo.

La libertad de conciencia son las decisiones que tomamos y los actos que asumimos, partiendo de lo que entendemos como buenos o malos, a partir de nuestra libertad ética.

“Bueno, es que visto en esos términos sí”, refirió uno de ellos.

Entonces repito, ¿de que otra forma podemos o debemos ver la reforma?, por favor, ya expuse mis razonamientos, que alguien exponga los de ustedes, quiero entender por qué votaron en contra.

“Bueno, yo voté en contra porque los grupos sociales inconformes nos han apoyado mucho en los procesos electorales, y no les puedo quedar mal”, argumentó alguien de los presentes.

Ah, respondí, ¿entonces la política electorera subordinó a las libertades sociales y al derecho?

“No, no lo plantees así”, reaccionó el que había argumentado.

Entonces, ¿cómo debo entenderlo? Si me acabas de revelar la verdadera razón de tu voto en contra de la reforma.

“Bueno, yo te entiendo pero ellos no me iban a entender a mí”, replicó el aludido.

Pero cómo te van a entender, si me estas demostrando que tú no habías entendido el fondo, el sentido y los beneficios a que da lugar la reforma, por tanto, cómo se los ibas a explicar, repuse, además de que tú interés es netamente electorero y no social.

Ante su desconcierto indiqué “Bueno, desde mi libertad ética y de conciencia, yo me siento tranquilo porque impulsé una reforma positiva, que amplía libertades y las garantiza constitucionalmente. Allá ustedes y su conciencia”, concluí.

Después de esto se deshizo la reunión y tomamos caminos distintos, sin embargo, a poco andar encontré otro compañero diputado, de afiliación conservadora, quien al verme exclamó:

“Oye, empezaste muy bien tu discurso, pero después me desconcertaste con tu conclusión, me atacaste”.

No, por favor, ¿en qué momento te ataqué?

“Bueno, planteaste un sentido de la reforma llevada al extremo”, aclaró.

¿Qué fue lo que te pareció un exceso de mi parte?, interpelé.

“Pues que dijeras que la reforma plantea libertades que pueden proteger a grupos minoritarios, como los que plantean el aborto o el casamiento entre personas del mismo sexo”.

Respondí: “Ah, eso te parece un exceso, entonces, ¿cuáles son los alcances de la reforma? ¿O acaso no los tiene? ¡Me estás diciendo que fue una reforma inútil!”

“No, por supuesto que no, creo que solo se trata de agregar conceptos como la libertad ética y de conciencia, para comprender mejor la libertad de religión”.

Me perdonas, pero eso implicaría servir a las religiones y no a la sociedad, ustedes impulsaron desde el inicio esta reforma, ahora acéptenla como quedó expresada en la redacción del nuevo artículo 24,  con eso se abren las puertas al reconocimiento de nuevas libertades de existencia y convivencia ciudadanas y que debemos convertir en derechos. Señalé.

“Bueno esperemos que no suceda eso”, acotó.

“Pues yo espero que sí suceda, porque ahora pienso trabajar en una reforma, para que en Puebla, se permita que las mujeres decidan sobre su cuerpo y que se permitan los matrimonios entre personas del mismo sexo, entre otras nuevas formas de expresión social”, señalé.

“Te repito, espero que no suceda”, dijo y se despidió con un adiós.

Adiós, concluí, y cada uno retomó su camino.

miércoles, 9 de enero de 2013

RESOLVER EL PROBLEMA AGROPECUARIO ES CONDICIÓN PARA EL CRECIMIENTO Y DESARROLLO


Después de 11 años, el pasado 15 de enero el gobierno federal y las organizaciones campesinas de distintas filiaciones partidistas, volvieron a celebrar la promulgación de la Ley Agraria de 1915, aquella Ley redactada por el poblano zacateco Luis Cabrera, y que se basaba en el Plan de Ayala y el Plan de San Luis, restituía las tierras y el agua a los campesinos oprimidos y explotados.

Si bien es cierto que el latifundio que se vivía en México se edificó sobre el despojo de tierras, y que durante su vigencia como modelo de producción agropecuaria, estuvo basado en un esquema de trabajo injustamente remunerado y respaldado por un régimen político dictatorial, también es cierto que el latifundio fue un modelo de economía sectorial rentable, que mantenía en crecimiento una economía nacional que generó importantes logros, principalmente grandes obras de infraestructura en comunicaciones terrestres y transporte ferroviario, desarrollo urbano, obras de almacenamiento de agua, entre otros.

La Revolución Mexicana protagonizada por el campesinado de México y sus dirigentes populares, triunfó y restituyó con justicia las tierras y aguas a los grupos agrarios, creándose la propiedad social, y elevando a la mayoría de los mexicanos de peones a productores agropecuarios ejidatarios y comuneros.

Pero esa destrucción simple y llana de la estructura latifundista productiva, no consideró dotar a los nuevos productores de una organización productiva, de capacitación, herramientas y tecnología, para que pudieran sostener los niveles de productividad y  rentabilidad de las tierras, con esta transferencia inconclusa de la tierra, se fueron extinguiendo las unidades productivas que había creado el auge del feudalismo tardío mexicano.

Hoy, a 98 años de distancia de la promulgación de la Ley Agraria por Venustiano Carranza, los análisis y comentarios que escuchamos o leemos, están llenos de buenas intenciones, como los que dicen: “Tenemos que hacer algo para sacar adelante a los millones de pobres que viven en el campo”, discursos o artículos analíticos y enjundiosos pero vacíos e imprecisos.

Cuando la retórica oficial, académica, de los expertos o del ciudadano ilustrado común, habla del campo mexicano, proyecta una imagen en la que vemos al hombre o mujer del campo en su imagen paupérrima y abstracta, que más que preocupación parece inspirar compasión y piedad.

Para que el sector rural deje de ser  para la sociedad una especie de quimera, debemos aprender a mirarlo y considerarlo de una manera distinta, reivindicar la figura del productor rural como ser social, con necesidades extremas pero también con derechos constitucionales, capacidades y competencias potenciales.

Es importante señalar, que el campo no es algo remoto, un lugar imaginario alejado de nosotros, el campo es nada más y nada menos, que el sector primario de nuestra economía, es nuestra fuente de alimentos, la estabilidad de nuestra economía y del bolsillo de cada mexicano.

Necesitamos reaprender a mirar el campo como algo mucho más cercano a nosotros, a la familia de cada uno, a nuestro bienestar cotidiano, y si permitimos que continúe en su condición de postración productiva, estaremos aceptando que el país continúe comprando al extranjero casi la mitad de lo que necesitamos para vivir. El campo es tan cercano a nosotros, que si no produce lo necesario, la deuda del país y el déficit público irán creciendo más y más, si el campo no produce lo que necesitamos, los alimentos irán escaseando y aumentando de precio cada día.

También debemos aprender a mirar el ámbito rural no como un campo de batalla desolado y triste, sino como un territorio lleno de recursos naturales, de actores productivos, capaces de lograr con autosuficiencia su propio desarrollo económico, cultural y contribuir al progreso social general.

Debemos considerar que si una economía, cualquiera que ésta sea, no tiene un crecimiento armónico, equilibrado y orgánico entre sus sectores –agropecuario, industrial y de servicios-, siempre será una economía incompleta y con problemas graves, la deficiencia de cualquiera de sus sectores termina afectando gravemente a los demás, y hundiendo a la economía y la sociedad en una crisis profunda y de graves consecuencias.

De tal suerte, que debe quedarnos claro a todos los mexicanos, que el crecimiento de la economía nacional, la solución a nuestros problemas de pobreza, desempleo y el anhelado desarrollo social, necesaria e irremediablemente pasan por resolver a la brevedad posible, la situación que vive el sector primario de nuestra economía nacional, además de reducir la tasa de crecimiento demográfico en el campo y las ciudades.

Este es un gran reto para nuestra sociedad, para todos, pero también una oportunidad histórica, para ello debemos aprovechar el nuevo clima de modernidad democrática, aperturado con el arribo de Enrique Peña Nieto al Gobierno de la República,  y hacer del territorio nacional la base de la planeación participativa y prospectiva, congruente con las vocaciones productivas y cadenas de valor de cada región del país.

Para asumir este reto es necesaria una visión colectiva del problema, trabajar coordinadamente los tres órdenes de gobierno, generar una nueva estructura organizacional de los productores, con fines productivos y no políticos como hasta ahora, y segmentar la estrategia en cuando menos dos áreas de trabajo:

El minifundio o propiedad social.  Como primer área de trabajo con las siguientes acciones, según la región, las vocaciones productivas y las cadenas de valor:

1.         Generar organizaciones con fines productivos.
2.      Implementar un programa nacional de mejoramiento de capacidades productivas mediante el extensionismo rural.
3.       Impulsar la asociación empresarial de los productores por eslabón y cadena de valor.
4.   Reconversión y diversificación productiva con mejores prácticas y tecnología rentables y sustentables.
5. Estrategia de conformación de unidades productivas para la consolidación de volúmenes con calidad homogénea.
6.  Impulso al crédito social para la capitalización de productores y unidades productivas.
7.     Asesoría  financiera  con  información  de  mercados  por   unidad productiva o cadena de valor.
8.       Centros de acopio tecnificados y como unidades de administración de las ramas de producción.
9.  Conformación de cooperativas de insumos y servicios para la producción.
10.    Venta de la producción por contrato.

Pequeña propiedad. Como segunda área de trabajo, con las siguientes acciones, según región, vocación productiva y cadena de valor:

1.       Recuperar el concepto de pequeña propiedad como unidad productiva de inversión privada rentable y generadora de empleos (si no se reconoce y valora correctamente esta estructura productiva, se partirá de una estrategia incompleta).
2.    Realizar un registro nacional de unidades productivas de pequeña propiedad: agrícolas, ganaderas, forestales, etc.
3.  Realizar un diagnóstico de su estatus productivo (rentabilidad, necesidades tecnológicas y financieras).
4.   Elaboración de un plan de restauración productiva e impulso de la pequeña propiedad.
5.     Conformar asociaciones de pequeños propietarios por rama o sistema-producto para la consolidación de volúmenes.
6.        Mejoramiento de capacidades productivas mediante asistencia técnica (información administrativa, mejores prácticas, información tecnológica, información de mercados, etc.)
7.        Diseño y acceso a mejores canales de comercialización.
8.       Impulso a la creación de servicios de apoyo a productores (asesoría en proyectos, proveeduría de insumos, logística de transporte, transformación, etc.)
9.        Construcción o financiamiento de infraestructura productiva (centros de acopio tecnificados, obras de retención de agua, etc.)
10. Agricultura por contrato y financiamiento para empresas de transformación.

Estos son algunos criterios y pasos que en mi opinión, habría que considerar para abordar y superar el reto planteado, para reestructurar el tejido productivo del sector primario de la economía, de lograrlo podremos aspirar a resolver nuestros problemas de empleo e ingreso per cápita, no abordar el problema de esta manera, implicaría volver a una política social parcial, paternalista, subsidiaria de la pobreza y lapidaria para toda la sociedad.